Hay siete grandes pecados del pensamiento estratégico que las empresas pueden cometer.
Empresas que funcionen solamente con el “vuelito”, sin reabastecerse de combustible para renovarse, son empresas que no podrán cambiar estratégicamente.
Para encontrar nuevos modelos de negocio es necesario tener un enfoque pro-activo y muy dinámico, que permita captar las discontinuidades y nichos del mercado y analizar permanentemente si la estrategia que estoy usando está agotada o no.
Esto se refiere a la falta de habilidad para ver el bosque. Si mi empresa no es capaz de mirar alrededor y ver lo que está pasando con mi competencia, con otras empresas en el mundo, con otras organizaciones de industrias relacionadas, si no es capaz de ver cómo transformar una innovación de productos o transformación digital en un nuevo concepto más integral de negocio, entonces no está sacando el máximo provecho a la estrategia.
El creer que por el hecho de ser distintos no los obliga a cambiar, es un gran error (“somos una empresa manufacturera muy especial”, “no somos gringos”, “estamos en una industria muy protegida”, “nosotros lo hacemos a nuestra manera”, “siempre lo hemos hecho así”, por ejemplo) No hay hoy nada particularmente especial que evite el tener que estar constantemente pensando estratégicamente.
Muchas empresas no cambian por temor a perder lo que ya tienen. Para hacer mejores estrategias no es necesario tener que botar todo lo que uno tiene a la basura. Muy por el contrario, hacer buenas estrategias implica experimentar posibilidades, con el fin de reducir el riesgo y captar la aceptación del mercado.
Muchos tienen la afición de bloquear de antemano las nuevas ideas. Porque no les gusta, porque no va a funcionar, porque la van a rechazar arriba, porque ya la intentaron una vez y no resultó, etc. Esta actitud negativa no es propia de organizaciones que piensan estratégicamente y que están abiertas a encontrar nuevas formas de llegar al mercado.
Es decir, son aquellas empresas que piensan que “todo tiempo pasado fue mejor” y por ese mismo hecho, se quedan paralizadas y no buscan nuevas formas de hacer las cosas y de diferenciarse.
El último de los pecados del pensamiento estratégico es la arrogancia de pensar que siempre seremos exitosos haciendo lo que siempre hemos hecho. Tan sólo me gustaría agregar en este caso, el que pensáramos cuántas empresas que fueron exitosas en un momento hoy ya no están en el mercado. La ventaja competitiva que hoy día se tiene, puede no seguir mañana, puesto que no existe la ventaja que sea sostenible en el largo plazo.