La estrategia de negocios no es un documento: es una práctica que se aprende y ejecuta. Bienvenidas la estrategia deliberada y la estrategia emergente.
En reuniones es común el falso dilema: “¿Plan detallado o ir adaptando?” La respuesta corta: ambos. La estrategia que se realiza en la práctica suele ser una mezcla: parte es deliberada (intención y apuestas definidas) y parte emerge del aprendizaje en el camino. No es teoría moderna de moda. Es evidencia clásica. Mintzberg mostró que la estrategia vívida se ubica en un continuo entre lo deliberado y lo emergente.
Por una parte, la estrategia deliberada da foco: elecciones de dónde jugar/cómo ganar, objetivos y cartera de iniciativas. Y, por otra, la emergente evita la ceguera: permite aprovechar patrones no previstos y ajustar ante sorpresas. Mintzberg lo llamó crafting, una práctica que se pule con iteraciones, no solo con planes.
En mercados donde los ciclos competitivos son cortos, la ventaja es transitoria. Por eso necesitas capacidad de reconfigurar la apuesta a tiempo.
La verdadera fortaleza es sentir–aprovechar–reconfigurar activos y rutinas para responder a cambios.
Codifica la aspiración, “dónde jugar/cómo ganar”, focos y 3M: medidas, metas, medios. Esa “Estrategia en 1 página” resume por qué–qué–cómo y alinea a toda la organización.
En entornos complejos, pocas reglas simples (p. ej., criterios para alianzas, umbrales de inversión, ritmos de experimentación) guían decisiones descentralizadas sin restringir. Funcionan como barandas para aprovechar oportunidades fugaces.
Instala un sistema de tres ciclos: operativo (día a día), estratégico (metas y proyectos) y ajuste a cambios de contexto (señales externas). Estos ritmos sincronizan revisión de resultados (KPI/KPR), aprendizajes y “golpes de timón a tiempo”.
Baja la intención en cascada y negocia contribuciones con equipos (doble vía): del nivel estratégico a procesos y de procesos a personas; y del trabajo de las personas hacia arriba en desempeño.
Define umbrales explícitos (señales de contexto, métricas gatillo) para congelar ciertas apuestas y adaptar otras. Sin duda, la buena gestión estratégica es planificación deliberada + adaptación disciplinada, no improvisación.
“Este año elegimos A–B–C; éxito se mide así; estos son los 3 proyectos críticos”.
“Si vemos señales X–Y–Z, aplicamos estas reglas y revisamos en el ritmo mensual/trimestral”. (Decisión informada ≠ decisión lenta).
Así, en síntesis, no elijas entre “plan” o “adaptación”. Diseña un sistema que combine ambos: intención clara en 1 página, reglas simples para lo emergente, y ritmos que conviertan datos en decisiones. Así, la estrategia no será un documento: será una práctica que se aprende y ejecuta.